El Bandolerismo Social.- En los
años en donde no existía el control policial ni militar, ha reinado
grandemente, sucumbiendo en miseria a los agricultores y ganaderos productores
así como atacando con sorpresa , despojando de sus pertenencias a los viajeros
y arrieros que conducían cargas y mercaderías para los diversos pueblos del
Ande, es decir en Margos muchas veces eran asesinados la vida de los habitantes
de los pueblos pertinentes, principalmente en los llamados Tocanas, asaltaban o
atacaban a los viajeros como a sus enemigos desde allí su nombre Tocana, por
que era un lugar muy estratégico para emboscar muchos bandoleros esperaban
atrincherados a sus enemigos, todo esto fue por el Quítamo de terreno a salto
de violación de mujeres a mano armado en esta zona; este fenómeno de cosas es
desde los grupos regionales que luchaban por el Quítamos de terreno, luego en
la época incaica sucede lo mismo, en
época de la colonia se da mayor realce en la práctica de Bandolerismo y por
último en la época de la república se sigue manejando este sistema de asaltos
hasta la actualidad; allá por los años de 1880 a 1930; según la versión de los
naturales tenemos que los bandoleros habían venido desde San Francisco,
Chavinillo, Cajamarca, Dos de Mayo, etc. quienes asesinaban sin compasión a
algunos de los campesinos, mientras los cuerpos de los cadáveres quedaron
expuestos entre el sol como cualquier otro objeto, entre los bandoleros
asaltantes de esos tiempos tenemos por ejemplo la familia Magariño, Chávez de
Cajamarca y entre otros; así mismo tenemos de Margos a la familia Roque que fue
natural de Racchapampa, principalmente esto fue por el quítamo terreno Margos y
Cajamarca; con la instalación del puesto policial en el distrito de Margos
recién se paralizaron estos asaltos, quienes venían al mando del capitán
Salazar, destacado desde Lima a capturan y mandar a estas personas por que
ocasionaba mucho daño a la población, tomando preso a algunos bandoleros lo
enviaban a Lima.
Según Primitivo Roque Solórzano, en
los años de 1905 – 1912, que los soldados venían desde Lima a Margos y luego
mataban a hombre y luego votaban como animales, por que en esos tiempos todavía
no existía los cementerios públicos.
La
preocupación por el tema es relativamente reciente. Se inicia en la década del 30, con los
trabajos de Víctor Modesto Villavicencio.
Algunos aspectos de nuestra sociología criminal; de José
Varallanos. Los bandoleros en el Perú y
de Enrique López Albújar, Los
caballeros del delito.
Fueron estudios de
coyuntura que correspondían a
un momento de
auge y de
generalización del bandidaje
rural.
Posteriormente,
hay un largo silencio hasta los años sesenta en que se editan las obras de
Salomón Vilchez Murga, fusiles y machetes; de Alberto Carrillo, El gran
bandido, de Juan Vigil, Rebelión de
Eleodoro Benel, y Carlos Espinoza,
Froilán Alama. A diferencia de
los anteriores estas
son versiones noveladas
de las hazañas
de los “guapos” o de la vida de
bandoleros. Hasta donde tenemos
referencia, no hay otros estudios sobre el tema en el país, salvo la
incorporación del caso peruano, a un contexto mayor y
a modo de
ejemplificación, realizada por
Erick Hobsbawm en
su libro Bandidos, que data de
1974.
El vagabundaje
y en bandolerismo
se presentaron asociados
a los momentos de crisis y de
pobreza tanto local como nacional. Así
podemos indicar que la coyuntura de la Independencia auspició la irrupción
masiva del bandidaje y del vagabundeo.
Estos movimientos no afectaban al íntegro de la sociedad toda vez que tenían
manifestaciones regionales y gradaciones horizontales. Los potentados y los nobles perdieron ciertos
privilegios económicos y políticos, mientras que los sectores subalternos fueron
violentamente incorporados al
circuito de la
contienda militar perdiendo sus
vidas y bienes.
Mas
adelante, cuando las aguas se aquietan, las gentes del pueblo no fueron beneficiados por el nuevo orden, y
algunos, como es el caso de los
esclavos, que lucharon bajo promesa de libertad, se resistieron a volver a los
galpones, otros, como los pongos o colonos, tampoco aceptaron reincorporarse a
la hacienda; y los demás indios de comunidades, se enfrentaron a la expansión de latifundio. La situación anterior se agrava
con la crisis de producción
y la paralización del comercio motivando la estagnación económica,
la carestía de la vida y la tormenta social que se encauzó en pos de la
libertad y de la lucha por la subsistencia.
Aunque por momentos estos fenómenos
fueron instrumentados por
los caudillos militares,
para zanjar vendettas
partidarias o encauzados
hacia sus metas
de captura del
poder estatal.
Un
segundo momento de crisis nacional está asociada a la guerra con Chile y a su secuela posterior. La guerra, motivada desde el exterior por la
expansión del capitalismo inglés,
encontró a un país desarticulado económica y socialmente. Las contradicciones que
se mantenían latentes
afloran con toda
claridad en coyuntura.
Disputas locales,
caudillajes emergentes, guerras
de castas y
de clase fueron
las modalidades de descontento
a la explotación.
Otros componentes estrechamente vinculados al contexto de la
guerra fueron el crecimiento del latifundio y las guerras civiles de los
caudillos militares, que alentaron a las montoneras y a los grupos armados para ponerlos a su servicio.
Un
tercer momento de crisis es de los años 1929 – 1933. El crac del 29 fue tan violento
que comprometió toda
la estructura productiva,
a las finanzas
y a la circulación del capital y repercutió en el
aumento del costo vida, en la desocupación, en el empobrecimiento.
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Nuestra intención
no es puntualizar
las especificidades sociales
de las coyunturas que
hemos señalado, sino
más bien diseñar
un esquema que
nos permita comprender la estructura y lógica del vagabundaje y del
bandolerismo.
Observando
los periódicos, las revistas y en general los archivos judiciales hallamos noticias
y expedientes que dan cuenta del salteo de caminos, abigeatos, homicidios y acciones de
violencia que se
ubican en espacios
específicos, focalizados. Por momentos, la frecuencia e intensidad de
estos fenómenos es de tal naturaleza que el Estado
tuvo que instrumentar formas expresas de apaciguamiento con expediciones militares,
como la que encabezara el coronel Matos a la zona norte. El editorial de El Tiempo
de los años de 1920, dijo entonces:
El
rico por ser tal tiene contados los días de su vida, que se dilata o disminuye
según el torpe capricho de uno de los jefes de esas bandas de forajidos que
recorren zonas enteras campeando a diestra y siniestra, escarneciendo el
derecho y proclamando con su matonería el imperio de las fuerzas sobre todos
los postulados de la vida en sociedad
[…] y el pobre si no tiene hacienda que guardar tiene que trabajar para
ganar su sustento, corre todos los peligros inherentes al paso de una de esas gavillas
de abusivos, de hombres que por tener un haber de muertes mayor que
las de sus jefes
no trepidan en
sacrificar inocentes, en desnudar mujeres y hacer cuantas tropelías
para ser de los mejores en el gremio, de los más mentados como dicen en su
jerga.
Por esta
época la vagancia
tuvo mayor expresión
en una ley
específica, promulgada por el Estado que lo asoció con la ley de
Conscripción Vial, por la cual se utilizó la mano de obra indígena gratuitamente
en la construcción de caminos y carreteras, en la reparación de estos
servicios. Ideado para el beneficio
nacional, en la práctica fue más
bien utilizado y
orientado para intereses
privados y de
corte terrateniente. La ambición fue
tal que aparecieron
autoridades que reclutaban masivamente a los indígenas, y
luego en la calificación extraían coimas y sobornos afectando no sólo a los
conscriptos sino también a sus familiares que los secundaban.
Por
otro lado, la ley de la vagancia fue un arma totalmente lesiva a los
indios. Era una manera de ponerlos a
disposición y al antojo de los caciques y gamonales, porque se facultaba a que
ellos certificaran el trabajo y la ocupación.
Pero, obviamente, esta calificación
la efectuaban previo pago en dinero o trabajo con lo cual se justificaba la aparente
legalidad laboral. Estos abusos
motivaron la huída como una modalidad para no ser habidos y ponerse a salvo de
la ley. El servicio militar obligatorio
comprometía también a la población indígena y causó la despoblación del
campo. Estos factores condicionaron el
vagabundaje y la clandestinidad, circunstancias propicias para que el
bandolerismo adquiriera una connotación singular.
La Costa,
la Sierra, la
ciudad y el
campo fueron los
escenarios de su propagación y generalización. Más,
a pesar de su expansión a nivel
nacional, el fenómeno fue
adquiriendo cierta localización geográfica.
Si pudiéramos levantar un mapa del bandolerismo podríamos señalar una
mancha profunda en la Costa y Sierra Norte (Lambayeque, Cajamarca, Ancash y
Piura). En el Centro del país (Cerro
dePasco, Huánuco, Cañete y Chincha) y en el Sur (Tacna, Moquegua, Puno y
Cuzco). El porqué de
esta regionalización tiene
que ver naturalmente
con las condiciones peculiares de cada zona. Como se puede notar, la zona Norte compromete a un espacio
mayor. Esto es seguramente porque en
aquel área se mantuvo la continuidad de una serie de costumbres y mentalidades
de raigambre colonial, en las que actuaron los esclavos negros, los coolíes
chinos, oligarcas costeños el gamonalismo serrana y los indios de hacienda y de
comunidades. Porque, además, la
estructura productiva de la Costa, desde fines del siglo pasado, fue dinamizado
con un proceso acelerado de desarrollo capitalista y con la reestructuración de
las relaciones sociales de producción; y el lanzamiento al mercado de trabajo
de los hombres que antes estuvieron afincados en las aldeas y comunidades de
frontera. Una especia de hinterland y reserva de mano de obra y de
productos que fue movilizada hacia la producción de la caña de azúcar, del
algodón y del arroz, dando lugar al despertar de los señores locales quienes competían
con sus similares por momentos desleal y violentamente.
En
la Sierra Central, de típica producción ganadera y de haciendas arcaicas, el ganado huaccha
y los huachilleros se usaron como barreras de contención y de resistencia
comunal. Pero estos comuneros fueron
finalmente confinados a la miseria, porque sus propiedades se incorporaron al
latifundio. Aquí el abigeato y el
cuatrerismo tienen su razón de ser. En
el Sur el bandolerismo tiene condiciones endémicas. En Puno, a fines del siglo pasado, durante la
expansión del latifundio, donde comunidades enteras fueron absorbidas por la
hacienda, surgieron cuadrillas de bandoleros pero que se extinguieron con
cierta facilidad. Siendo la miseria y la
pobreza consustancial al bandolerismo,
estos asumieron una
peculiar forma de
organización y de comportamiento. Modesto Villavicencio indica que las
bandas, pandillas y cuadrilla implican
fundamentalmente cantidad de gente, de tal suerte que una banda estaba compuesta
generalmente por ocho personas (un capitán, un observador, tres atacantes y un
desvalijador). La cuadrilla era la
asociación de dos bandas que pertenecían a territorios diferentes
y, finalmente, la pandilla
era la fusión
de bandas de distintos departamentos o provincias.
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En
ellas el liderazgo se adquiriría luego de haber demostrado frialdad, astucia y valentía puesta
a toda prueba; lo sanguinario
por momentos devenía
en actos de antropofagia. No hay un estudio específico de la
composición social del bandidaje.
¿Eran grupos
étnicos específicamente diferenciados
o, por el
contrario, podían asociarse
negros, chinos, indios, blancos?. Hubo
casos de cierta “especialización” que comprometió a poblaciones enteras como
las que ha señalado el antropólogo Ricardo Valderrama para un pueblo de abigeos
a la zona del Cuzco. Lo que sí parece
ser una constante es que familiares enteras participaban en estos
movimientos. Los niños eran iniciados desde
muy pequeños por
sus padres o
mayores. En cualquiera
de las modalidades en que el bandolerismo se haya manifestado, abigeato,
salteo de caminos, homicidios, etc., se suponía una destreza no sólo en el
manejo de las armas sino también en la conducción de los caballos, en el
conocimiento de la topografía loca, que fue un aliado natural del
fenómeno. No se podía, por ejemplo,
practicar el cuatrerismo allí donde no existieran montes, quebradas y zonas de
refugio. Tampoco ningún novato podía
arrear reses o caballos, había que conocer las costumbres de estos animales.
No bastaba
silenciarlos amarrándoles los
hocicos sino estar
informados de sus querencias. Por otro lado, en lo que refiere a la
organización de las bandas, hay que indicar que estas estuvieron protegidas por
autoridades que deben ser considerados en la estructura no visible del abigeato
y bandolerismo.El vagabundaje y
bandolerismo son productos
de la propia
estructura y ordenamiento social
del país. Una sociedad basada en la
explotación y en el control de ciertos
recursos, como la
tierra o el
mineral, y que
se usa de
la fuerza para
su tratamiento y crecimiento, genera la resistencia al orden
vigente. El vagabundaje es quizá el
estado inicial de esta protesta. Desde
que los hombres no tienen posibilidades de
ser incorporados al
mercado de trabajo
y de ocupación
están potencialmente condenados a
ello. El caso del cimarronaje de los es
un caso típico de vagabundaje.
Culíes
que se iban al monte devenían en fugitivos que se mantenían a salto de mata perseguidos. Es decir, era “chinos cimarrones”.
Revueltas y
motines que conducían
al ajusticiamiento de
los capataces, mayorales o
de los propios
hacendados eran el desencadenante de
la fuga y la posterior
incorporación a la mendicidad y bandolerismo.
Hubieron también conflictos pasionales donde el dispendio o la
infidelidad condujeron finalmente a una suerte de machismo exacerbado y de una
“dignidad señorial”, que terminaba asesinando a la mujer amada o vengando
ofensas acumuladas. Este sería el caso,
entre otros, de Luis Pardo que tuvo en su origen un hostigamiento provinciano
rodeado de problemas de poder y de
linaje, pero es
solo después que
Luis Pardo adquiere
la función del bandolero social. Policarpo Escudero, el “zorro de Pomabamba”,
inicia su vida trágica y agitada
dando muerte a
su mujer y
al amante en
el mismo lecho de
la traición.
Después
devino el bandolero al fugarse de la cárcel durante la revolución aprista de Huaraz
de 1932.
La definición
de los señoríos
locales y de
los poderes cacicales,
previo reclutamiento de sus
propias clientelas y ejércitos de
guapos, es otra
fuente de bandolerismo
“noble”. Para estos casos, el Oncenio de
Leguía fue muy propicio, toda vez que desde la filosofía de la “Patria Nueva”
se intentó disminuir el poder de la oligarquía costeña y del gamonalismo
serrano, permitiendo el ascenso y la realización de las
pequeñas burguesías provincianas
y de las
profesionales liberales, que se
asimilaron a la burocracia estatal.
Esto generó en el interior del país resistencias armadas (liderados por
los hacendados), contra el gobierno de Leguía.
El ejemplo típico de ello está dado por Eleodoro Benel en
Cajamarca. Él tuvo que acentuar su primacía
local y luego declarar la guerra al Presidente Nacional.
Cualquiera
que haya sido el origen del vagabundaje y del bandolerismo, es interesante observar que estas expresiones
de protesta no pudieron ser canalizadas por movimientos de proyección
social. Fueron entonces reacciones
inorgánicas frente a la opresión y al poder establecido. Fueron modalidades primarias y amorfas de reacción
frente a la presión y al dominio de impuestos, en unos intentos desesperados por subsistir
acciones quijotescas de
establecer la justicia
desterrando el mal.
El Nictálope indígena de
la comunidad de
Yanahuanca QUE lucha
contra la de Huarutambo, fabulado por Manuel Scorza en
Redoble por rancas; el “Fiero” Vásquez, que defiende su comunidad en El mundo es ancho y ajeno de Ciro Alegría,
son prototipos consagrados literariamente.
El bandolerismo social que roba para socorrer el indigente, el que se
pone al lado de los pobres para enderezar entuertos puede ser, siguiendo ese
nombre de Luis Pardo, que viene a ser el “Robin Hodd” peruano y en una menor
escala el de Froilán Alama, un negro bandolero de Piura.
No
hay evidencias plenas de que los bandoleros hayan sido incorporados a movimientos
que tuvieron aspiraciones colectivas de mejoras económicas y sociales.
Quizá
la utilización de este fenómeno, en la vida política caudillesca y de tipo
señorial,esté expresado en las gestas
de las montoneras
de Piérola y
de Cáceres, y especialmente en las correrías de
resistencia a la invasión chilena.
Por
otro lado, vale la pena precisar la persistencia de la tradición andina en la idea
de los Incas y del Tahuantinsuyo, puestos en moviendo contra el orden colonial
e hispano y oligárquico, fueron los caminos que superaron y no dejaron que en
el Sur del país se desarrolle el vagabundaje y el bandolerismo. Entonces en el Norte del país es la reacción
ciega y violenta, pero estuvo más tras el botín y la prebenda cuando no sirvió
la soporte al poder ocal, confiándolo autonomía y autoridad señorial de horca y
cuchillo.
Con
el correr de los años y el avance del capitalismo, el vagabundaje y el bandolerismo se ha
trasladado del campo a las grandes y pequeñas ciudades de la Costa. Así
como la electrificación hizo
desparecer a los duendes, las carreteras, ferrocarriles, los
soldados silenciaron a los bandoleros rurales de la Costa y de la Sierra del
país.
Historia de Margos (Edic. 1996)
Autor: Clidios Falcón Espinoza
se dice se comenta en una forma muytecnica pero no se indica los grandes estragos que causaban los bandolros de racchapampa cuando hacian su paso a la cerro de pasco los arrieros huallanquinos
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